jueves, 1 de abril de 2010

El último periodo cultural de la Edad de Piedra se ha denominado tradicionalmente Neolítico y presenta una de las etapas históricas más interesantes por las transformaciones de toda índole que experimentaron las sociedades de aquellos momentos.
Al intentar dar una definición precisa de esta etapa, surgen ya los primeros problemas desde su propia denominación, puesto que Neolítico significa piedra nueva, en clara alusión a las características técnicas de los utensilios de piedra, ahora pulimentados, frente a los fabricados mediante la técnica de talla durante los tiempos paleolíticos.
Sin ser esta apreciación inexacta, si es incompleta puesto que hoy día sabemos que los cambios operados en el campo socioeconómico fueron más importantes que los acaecidos en el campo tecnológico y presumiblemente causa de ellos. Sabemos también que dichas transformaciones no se produjeron de forma súbita, sino que todas ellas fueron la culminación de un lento proceso de adaptación durante el cual el hombre fue estableciendo una nueva relación con el medio que le rodeaba; desde esta perspectiva, el término Revolución Neolítica empleado por Childe debe ser matizado en su sentido de súbita innovación o alteración.
Las nuevas formas de vida se fueron adoptando en distintos lugares a la vez y con matices diferenciadores dependiendo de las tradiciones culturales preexistentes y desde determinadas zonas preferentes se fueron extendiendo hacia otras áreas marginales.
No puede hablarse, pues, de un proceso cultural único sino de una gran variedad de grupos neolíticos diferentes.

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