jueves, 1 de abril de 2010




En el caso de la vivienda, a diferencia de la alimentación, no existen límites físicos que obstaculicen la solución del problema. Los materiales con que se construyen, o se pueden construir viviendas, son abundantes y se encuentran prácticamente en cualquier región del planeta. Además, y dada la enorme variedad de materiales y tecnologías que pueden utilizarse con ese fin, en la gran mayoría de los casos pueden construirse con materiales predominantemente locales, reduciendo al mínimo la necesidad de transporte a grandes distancias.

No obstante, la construcción de viviendas no depende exclusivamente de la disponibilidad de materias primas apropiadas. Esos materiales deben ser extraídos y demandan un cierto grado de elaboración así sea pequeño; y los aditamentos auxiliares –tales como sanitarios, etc.-, requieren instalaciones industriales de tamaño considerable. Dado el enorme déficit existente, cuya magnitud se detalla más adelante, la construcción de viviendas representa la mayor inversión por habitante entre todas las necesidades básicas, e implica un gigantesco esfuerzo para las precarias economías de los países subdesarrollados.

Las preguntas que se tratan de responder en el sector vivienda son fundamentalmente las siguientes: ¿Cuál es el tipo de vivienda que, al mismo tiempo que es compatible con las posibilidades materiales de los países pobres, reúne las condiciones mínimas para ser considerada una vivienda digna?, ¿En qué plazo pueden los distintos bloques cubrir el déficit habitacional, y proveer esa vivienda mínima a cada familia teniendo en cuenta, desde luego, que simultáneamente deben cubrir el déficit en otras necesidades básicas?

Por otra parte, no debe olvidarse que construir viviendas no es suficiente; éstas requieren servicios de infraestructura -redes cloacales, de agua potable y de energía, accesos transitables todo el año-, para que realmente tengan condiciones adecuadas de habitabilidad. En una sociedad como la que propone el modelo, las zonas rurales y urbanas deben tratarse como un espacio armónicamente integrado, donde las diferencias que surgen naturalmente de la distinta inserción en el aparato productivo no se traduzcan en desigualdades entre la poblaciones de los sectores, en lo que se refiere a niveles de bienestar general y oportunidades de realización.

Para lograr este objetivo, y admitidos los cambios sociales y políticos propuestos por el modelo, una de las medidas fundamentales consiste en alentar el asentamiento de la población rural en aglomeraciones de cierto tamaño. Además de las ventajas que esto tiene desde el punto de vista social y psicosocial en general -mayor interacción personal, reflejada en un incremento del espíritu comunitario y de la participación política, etc.-, es la única manera económica de proveer de servicios básicos -educativos, sanitarios, de transporte, etc.- adecuados a la población.

La forma particular que la distribución urbano-espacial adquirirá en cada región o país estará determinada por la estructura productiva, condicionada a su vez, por el sistema sociopolítico. Por eso, en este trabajo, sólo puede hacerse una referencia muy general al carácter que deberá tener esa estructura. Pero antes de hacerlo se tratará el problema de la vivienda, íntimamente ligado al anterior.

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